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S A B E R   L L E G A R

Apuntes sobre los óleos de Sergio Ghezzi

 

Desde sus inicios como dibujante hace tres décadas, Sergio Ghezzi desarrolla una vocación  artística singular. Diálogo solitario, introspección, aventura persistente, su ruta responde a un compromiso individual acentuadamente distanciado de miradas ajenas, del ojo público, del medio que atiende y determina valores expresivos, planteamientos y pertinencias bajo la lupa exclusiva del mercado. No es extraño, por tanto, que su marginalidad sin concesiones alimente y desarrolle su obra. 

La constelación de influencias reelaboradas en sus dibujos, fotografías y pinturas está signada por un sentimiento primordial: la extrañeza. Las preguntas existenciales se formulan sin esperar otra respuesta que su reflejo en la imagen, testimonio enigmático de inquietudes que reposan bajo capas de color. 

En el coto cerrado y callado de su mente, el pintor examina, descarta y asume las piezas que imantan y conducen pasos imaginarios cuyo destino es el lienzo. Allí conviven y se organizan voces múltiples, entresacadas de tradiciones culturales de toda proveniencia y edad: el arte de los padres fundadores de la pintura moderna (Gauguin, Matisse), el dadaísmo (Picabia), el automatismo surrealista (Masson, Miró, Gorky), el Art Brut de Dubuffet, el tachismo de Michaux, ecos minimalistas y el largo etcétera que compone sus fuentes identificables. Sus óleos prosiguen y culminan una labor secreta, notablemente hilvanada entre las técnicas y soportes que se han sucedido en el proceso formativo  de una mirada altamente selectiva.

Sus telas se suman a los influjos del antiguo arte andino. Su fascinación  por la plumería Nasca se evidencia en Termocupla. En Metanoia I, II y III,las perspectivas aéreas de la costa peruana pueden interpretarse como retratos de la arena empapada por la espuma del mar. En Eureka–fotografía de 1992–, se prefigura la imagen de ese mismo líquido prebiótico, íntimamente relacionado con las propiedades fecundantes en el mito del dios Viracocha. Cara a cara frente el dato natural, las pinturas y dibujos de Ghezzi alargan y enriquecen su vínculo con escenarios previos a toda intervención humana. El ajetreo de las formas que ocupan el espacio entero en “Episodio”, o la ironía contenida en “Carcajada bailable” matizan la misma aproximación reflexiva, sedimentada en las certidumbres, vacilaciones, misterios y potencias mágicas propios de la pintura. 

Un conducto hermético pareciera vincular estos impulsos que rehúsan  ser verbalizados. Parecen solo dispuestos a revelarse visualmente, conducidos por la voluntad de remontarnos –a través del poder elucidador del arte pictórico– al origen de la vida en el planeta. En sus dibujos abstractos y realistas –ejecutados in situ en el desierto de Ica, o las orillas del Pacífico –, las líneas y las masas sólidas escapan a la imitación de lo visto para cobrar vida propia y convertirse en entidades autónomas capaces de vibrar con su propia voz. 

Un aire intemporal –estaciones, territorio y drama vital– estructura sobriamente un discurso visual que resplandece en campos de color intenso o se sumerge en los grises plateados de la neblina invernal limeña. Ghezzi transita una ruta discreta y  ardua, libre de toda veleidad, solo orientado  por su talento y por su conexión apasionada con el viejo y nuevo arte de la pintura, sin pretender llegar a otro lugar que el cuadro.

 

Ricardo Wiesse

Barranco, 11 Mayo 2019. 

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